viernes, 27 de noviembre de 2009

Túnez. Dos años después

Acabo de regresar de Túnez. El proyecto Diálogos Ribereños ha sido de nuevo el artífice de esta visita de trabajo que me permite seguir muy de cerca la transformación de un país azotado, como todos, por la crisis, sólo que su crisis es mucho más profunda, más arraigada, más acaparadora.
No es la primera vez que escribo en este blog de mi segunda casa. Como miembro de la "familia política" tunecina -a estas alturas así me siento vinculada-, no puedo dejar de ver como los más jóvenes hacen que una sociedad se transforme para bien y para mal. Parece mentira que las reacciones a momentos que se prestan a que las gentes se vuelvan más conservadoras, más introvertidas, más vueltas sobre sí mismas, resuelvan sus vidas con una buena dosis de hedonismo. Y sí: no es que lo parezca, es que es una contradicción.


Los tunecinos viven rodeados de países donde el islamismo más siniestro amenaza con colarse por cualquier fisura aprovechando que los denominados países en desarrollo sólo ven desarrollados su impulso al consumo y la ilusión de alcanzar objetivos sociales, económicos pero sobre todo, en el ámbito de los derechos y libertades, para los que la coyuntura política no se muestra convenientemente receptiva. Así lo tienen fácil. La familia social sobre la que se moldea cualquier tipo de desestructuración se vuelve más vulnerable.
Así, uno observa que en algunos sectores la tradición está en al límite de transformarse en fanatismo y la libertad, sólo aparente, es sinónimo de consumo y más consumo.
Pero es que como los tunecinos saben que mañana tendrán más de lo mismo, pues cada uno se refugia donde puede y como puede. ¿cuándo y para quien ha sido incompatible el pañuelo con la tarjeta de crédito?.
Y se percibe que a veces, entre los propios miembros de mi gran familia tunecina se miran como extraños y al extranjero..., pues como en la película de Bienvenido Mr. Marshall.
Nada de esto es contrario a otra verdad -como si no pudieran convivir en un mismo sitio tantas contradicciones-, mi familia política es sincera con la discreción natural que les caracteriza. También es verdad, que aunque nunca escribieron un Lazarillo de Tormes, la vida empuja a la picaresca -nosotros sabemos mucho de ese género y sobretodo hoy, que con los tiempos que corren, quién no lo tiene en la cabecera de la cama. Mañana tal vez lo necesitemos-.
No se cuando voy a regresar al país de mis maravillas, quizás pronto, muy pronto. Y cuando nos reencontremos, como se que nos tienen ese afecto que rompe las barreras del tiempo, todos llevaremos nuestro don Quijote y nuestro Sancho Panza debajo del brazo, para que no se nos olvide que razón y corazón no pierden la ilusión de encontrar el justo equilibrio.

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