martes, 26 de enero de 2010

Mirando a Vic


Si lamentable resulta que un gobierno municipal tome decisiones unilaterales sobre la supresión del único reconocimiento institucional que les queda a los inmigrantes sin papeles para poder acceder a los mínimos servicios que permiten la dignidad de un individuo, aún más lamentable es que toda reacción política se quede en la demagogia de la legalidad o no de una decisión como esta. Sea o no una decisión legal -que no lo es, ya que sólo al estado y no a los municipios corresponde el control de entrada de inmigrantes o su permanencia en condiciones irregulares-, de lo que sí se trata es de que la medida es inaceptable desde el punto de vista democrático y moral.
Ya sabíamos que cuando el Sr. Zapatero decretó hace algunos años la amplia regularización de indocumentados, esta circunstancia iba a traer cola. Las primeras e irremediables consecuencias iban a ser la alarma de algunos sectores de la derecha y el incremento de ciertas tendencias xenófobas y discriminatorias entre algunos sectores sociales de nuestro país. Pero ¿no era esto previsible?
La extrema derecha que representa el Sr. Josep Anglada en el consistorio de Vic (Presidente Nacional de la Plataforma per Catalunya) se ha valido del doble filo argumental que presta el elemento nacionalista y de la sensibilidad que la actual crisis económica genera sobre ciertos sectores de la sociedad para encontrar una oportunidad única de hacer electoralismo sin escrúpulos. Pero ¿puede esto sorprender a nadie?
Lo más asombroso, es que en aras del mismo argumento, el de ganar votos, el consistorio, constituido por un equipo de gobierno con miembros de la ya depreciada izquierda representada en ERC y PSC ha dejado igualmente clara su postura que es igual de totalitaria, de mercadería de pacotilla, que la representada por su supuesto oponente.
Lo verdaderamente preocupante (obviando la crisis de la clase política que deja al ciudadano en un limbo indefinido) es que Vic representa sólo el punto de partida más visible en el estado español de lo que viene ocurriendo en otros contextos políticos europeos: el referéndum de los minaretes (Suiza), la Guardia Húngara, brazo armado de la extrema derecha de Hungría representada por el partido del Jobbik, o los ataques asesinos de la Ndrangheta italiana (una de las sociedades criminales más poderosas del mundo). Todos, acciones contra los inmigrantes.
A estas alturas ¿Quien puede ser tan ingenuo para pensar que con reacciones como las de Vic sólo se pone de manifiesto que los municipios no están adecuadamente dotados de los recursos para abordar los problemas de convivencia?
Sólo puedo hacer dos lecturas de lo sucedido, ninguna de ellas alentadora:
O se trata de una maniobra electoralista sin escrúpulos -cada uno haga su reflexión en las elecciones venideras-, o se acaba de abrir la caja de Pandora, la bestia que descansaba en las entrañas de Europa ha reaparecido: el fascismo está más vivo que nunca.
El Affaire Vic traerá mucha cola, aunque quizás lo más importante sea que escondida tras la puerta de una crisis económica aparece la verdadera crisis, la de la democracia, una crisis fortalecida día a día por ese miedo global instalado en el imaginario de los ciudadanos que nos hace más vulnerables, más manipulables.

1 comentario:

María Jesús dijo...

Con ser preocupantes estos rebrotes xenófobos, yo creo que deben también interpretarse como una llamada de atención a las instituciones en todos los ámbitos sobre el grado de integración que se está consiguiendo en cada uno de los ámbitos de la sociedad. Y en este sentido no debemos olvidarnos del mal uso que algunos de los inmigrantes hace de las "ayudas" o subvenciones públicas. Conozco ya demasiados casos de personas "con papeles" que exigen privilegios que ellos consideran "obligaciones" por parte de las instituciones públicas y que eran sólo "ayudas" para lograr la integración. En tiempos de crisis es el mejor momento para detectar problemas y buscar soluciones. Cierto, yo apuesto por empadronarles como el mejor método para tener constancia de su existencia y por lo tanto tener una información más exacta de la población que tenemos que atender.
Creo que la solución no pasa ni por el "papeles para todos" ni tampoco por el "cerrar la puerta". Hay que buscar puntos de encuentro, que los hay, pero sin olvidar que no podemos asumir en condiciones dignas toda la inmigración que puede llegar. Todo en su justa medida.