jueves, 25 de marzo de 2010

Un camino. Millones de mundos

Hola, amigos:
El Mundo a la Carta ha estado en stand-by por unos días. El caso es que me he tomado unas vacaciones para vivir una de esas experiencias que te remueven por dentro, que te obligan a reflexionar sobre lo humano y lo divino sin trivialidades, donde de pura realidad, rozas lo onírico, donde de tanta sencillez, emerge la complejidad superficial de nuestras vidas, donde es mejor no plantear objetivos porque los objetivos hacen contigo lo que quieren.
Mi Camino de Santiago me ha hecho entender que un mundo a la carta no es un mundo de palabras. Un Mundo a la Carta es un mundo de hechos, de compromisos, de alegrías y varapalos, de gestos, de voluntades... que el Mundo a la Carta no es un capricho pasajero, el nundo a la carta está lleno de contenidos necesarios que te sacuden y estrellan tus piés en la solidez de la tierra. El Camino de Santiago, no tiene retorno.
Desde el primer paso, es un viaje que no tiene vuelta (¿cuándo un solo paso no ha sido un viaje?). Un sólo paso es una aventura, un paso tras otro es LA AVENTURA.
Mi Camino a Santiago de puro marchar ha sido sustantivo, mi Camino a Santiago, ha sido por unos días, mi mundo a la carta, una carta exclusiva, irrepetible, de diseño -aunque no lo he diseñado yo, me ha venido así.
Ahora más que nunca, he comprendido que El Mundo a la Carta es cosa del destino y que yo, sólo he tenido que ver que, en la medida que estuvé ahí, en un sitio diferente a cada paso, todo cambiaba porque nunca más volvería, porque nada nunca más sería el mismo lugar por el que yo pasé precisamente porque a cada paso, igual que estaba, dejaba de estar.
Me doy la bienvenida de nuevo y con el sabor de entender que cada segundo contiene millones de mundos irrepetibles. ¡qué belleza!

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