jueves, 15 de abril de 2010

LA GLOBALIZACIÓN DEL ESTADO O EL LABORATORIO DE LA CRISIS

Se habla mucho en estos días, en "petit comité" o entre creadores de opinión, de la falta de confianza que los ciudadanos muestran hacia la clase política y hacia los actuales sistemas de gobierno. Desde luego, no hay más que echar un vistazo a la prensa internacional para darse cuenta de que no es un problema exclusivo de España. Por doquier reina la desesperanza y la apatía.
Esta falta de desconfianza se materializa en un ciudadano estanco que no se moviliza para con los graves problemas que azotan y a veces hasta asolan a sus propias sociedades.
Pero aún hay más. Las luchas intestinas en partidos políticos y sindicatos que amenazan con la desintegración de las unidades políticas y sociales por excelencia, constituyen la sintomatología de un ¿"mal"? que se nos echa encima.
Tanto hablar de globalización, globalización de los mercados, globalización cultural, poco hablamos de la globalización de los estados.
Y será que estamos viviendo en primera persona un momento histórico, impensable hasta hace unos años para el común de los ciudadanos excepto para unos cuantos que en su espejo visionario, han encontrado la oportunidad para una nueva gobernabilidad: el concepto tradicional de estado nación se desintegra... o mejor aún, se está dejando desintegrar. Estamos a punto de ver aparecer ante nuestros ojos esa nueva idea de gobernabilidad en la que nuestros actuales dirigentes no cumple otro papel en este proceso de transformación que el de evitar o, en todo caso controlar cualquier atisbo de fractura social.
Sí señor. Que Grecia no se nos desmadre para evitar el efecto dominó. La Europa de los 27 es un conjunto de estados dirigidos por gobernantes que trabajan con el único objetivo de mantener la cohesión, única forma de facilitar al gobierno supranacional manejar este pastiche llamado Unión Europea.
Una buena dosis de “miedo global” impide que nadie salga a protestar porque, a fin de cuentas, tampoco estamos tan mal… ¿no?
Esta crisis es toda una prueba de fuego… si los estados consiguen mantener a raya a sus ciudadanos mientras nos aprietan las tuercas, todo estará bajo control. Luego, con una foto de la gran familia de presidentes y primeros ministros, será suficiente para dar el visto bueno a la tarea colectiva, aunque claro, las democracias más jóvenes siempre seremos más facilonas para ser globalizadas. Esto que no se lo digan a Alemania o a Francia.
Y si no ¿Por qué pagaría la Unión Europea –esto es todos los ciudadanos europeos- los platos rotos y sucios de Grecia? ¿Qué pasaría si a pesar de todo, los griegos hicieran tambalear la necesaria cohesión social en detrimento de la desestabilizara en términos políticos de un gobierno con casi 30 años de integración europea? ¿No sería el proyecto europeo es primero en pagar el pato? Esto es: ¿No podría generar un temido efecto dominó?
La situación actual de crisis, nos está poniendo a todos en evidencia, gobiernos dóciles que no se atreven a tomar medidas efectivas, sindicatos que son la caricatura de lo que fueron, partidos políticos que se descomponen, ciudadanos mansos y resignados.
Cualquier potencia, de cualquier naturaleza incluida la potencia global, no tendría que hacer grandes maquinaciones para tomar posesión de lo que ya hemos dejado que les pertenezca; y lo hemos hecho con nuestros votos como si eso fuera el único símbolo de democracia, con nuestra falta de rebeldía que es consecuencia del silencio, moneda con la que pagamos este bienestar disfrazado.
Es difícil cambiar este nuevo paradigma que se ha ido fraguando oportunamente en el laboratorio de una ciudadanía que no ha sido consciente de este abuso. Es difícil hacer una previsión de futuro ¿y ahora qué?... no sabemos si la nueva gobernanza será un enemigo ideológico de esos “gobiernos democráticos” a los que ya nos hemos habituado ni si asistir pasivamente a este cambio no será la opción menos gravosa. La pregunta es ¿Sólo nos queda esperar?.

2 comentarios:

Sergio Otoman dijo...

Hola:

Una de las primeras reflexiones que deberían hacerse es realmente el papel de los Estados en esta crisis. ¿El Estado (y los Estados) ha acudido en ayuda del capital? ¿Se ha apuntalado el sistema capitalista otra vez mediante ingentes ayudas y subvenciones a instituciones, empresas privadas y entes financieros? ¿Hay una verdadera voluntad de reforma?

el mundo a la carta dijo...

Ojalá pudiéramos pasar de hablar sobre dónde está el debate y proceder directamente a debatir.
Realmente, lo que me planteo es hasta qué punto los Estados son lo suficientemente independientes como para tomar decisiones de manera autónoma o, si por el contrario, no responden a consignas supranacionales que hacen de los gobinernos nacionales auténticas marionetas en el juego de otros intereses.
Gracias, Sergio. Voy a ver si puedo abrir un debate sobre el asunto en el Blog.